“BIBLIOTECA DE ÍNDICE”
– CENTENARIO –
Juan Ramón fundó una revista propia llamada Índice en julio de 1921. Se definía como una proclamación de escritores españoles e hispanoamericanos, unidos por la exaltación del espíritu y la vida y por el gusto de la belleza. Dentro del mismo proyecto, Juan Ramón, ya en 1923, creó la “Biblioteca de Índice” subtitulada, «Biblioteca de definición y concordia», una colección de libros que se publicarían mensualmente, para dar a conocer la obra de los jóvenes escritores de entonces.
Se publicaron 6 libros: Visión de Anáhuac, de Alfonso Reyes; Fábula de Polifemo y Galatea, de Góngora, en edición de Alfonso Reyes; Signario, de Antonio Espina; Niños, un libro de dibujos de Benjamín Palencia; Presagios, de Pedro Salinas y El cohete y la estrella, de José Bergamín, único ejemplar que conservamos y mostramos aquí.
Y quedaron proyectados once más, que no llegaron a publicarse: Luces de Pentecostés, de Moreno Villa; Ventolera, de Jorge Guillén; Ifigenia cruel -que publicó Calleja en 1924- y Cartones de Madrid, de Alfonso Reyes; tres nuevos libros de dibujos: Mujeres, Desnudos y Flores, de Benjamín Palencia; Polycanthos, de Adolfo Salazar; La choza de María Chucena, de Bergamín; Girola, de Antonio Marichalar, y Cartas y versos a Juan Ramón Jiménez, de Rubén Darío.
Todos esos libros se estamparon con especial pulcritud y esmero tipográfico en los Talleres Poligráficos, se encuadernaron en tela inglesa, con letras doradas, y tuvieron la misma tirada: mil cien ejemplares. El autor pagaba los gastos de papel y de impresión, y la Librería y Editorial Rivadeneyra se encargaba en exclusiva de su distribución y venta, al precio de tres y cuatro pesetas. Los de Benjamín Palencia, José Bergamín y Pedro Salinas, llevaron, a modo de prólogo o presentación y como prueba inequívoca de amistad, un retrato o caricatura lírica del autor escrita por Juan Ramón, y todos ellos, además del emblema que servía de divisa a la colección: unas manos enlazadas -las del poeta y José Bergamín- dibujadas por Benjamín Palencia, compartieron un detalle particular, copiado quizás de las ediciones inglesas y alemanas: se reproducía el retrato y la firma de sus autores, enfrentados a la portada y protegidas por una hoja de papel manila a modo de separador. Nunca hasta entonces se habían editado en España libros de poesía, dibujo y aforismos con semejante dignidad y sobriedad. Juan Ramón se dio el gusto de ver esos libros publicados, pero la aventura -o el capricho- le costó cuatro mil pesetas, de las que nunca se consiguió resarcir.
Fuente: Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí. Años españoles (1881-1936). Antonio Campoamor. Universidad Internacional de Andalucía, 2014