Lo único que me queda a mí de Moguer permanentemente, es la sepultura de los míos en un blanco cementerio, que era mi paseo favorito cuando yo vivía en Moguer de muchacho, y no por un romanticismo enfermo, sino, al contrario, por la contajiosa alegría que flotaba en su limpio recinto, lugar grato de descanso, lleno todo de árboles y abejas, pájaros y flores. El cementerio de Moguer fue siempre tónico para mí, pero no me sería posible vivir todavía con mi mujer en un nicho.
Puerto Rico, 1954
El Cementerio Parroquial es uno de los primeros espacios connotados literariamente por Juan Ramón. De su primera época es el poema “Riente cementerio”, una alegre y sensual descripción, no exenta de morbosidad, del cementerio de su pueblo. En su obra, tanto en verso como en prosa, encontramos evocaciones y numerosas referencias al camposanto: en Platero y yo, el capítulo “El cementerio viejo” hace un recorrido por su interior con mención puntual a personas del tiempo del poeta. Para él era “lo más prodigioso, lo más universal de su pueblo”. En su interior, localizado en el patio de San Pedro, junto al crucero, el Panteón de Zenobia y Juan Ramón constituye el punto de encuentro de todos los juanramonianos. Se trata de una obra de granito realizada en 1959, un año después de la muerte del poeta.